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En el nombre del Padre y del hijo y del espíritu Santo, amén.

Dame fortaleza, Señor mío, en este amanecer que tu infinita bondad me permite contemplar. Al despertar, te ofrezco mi corazón lleno de esperanza y gratitud, sabiendo que en tus manos estoy seguro, pues tú eres el Creador de todo lo visible e invisible, y por eso te pido que guíes mis pasos en la senda de la justicia y la paz.

Mi Dios, en cada una de las decisiones que debo tomar hoy, te pido tu sabiduría y tu luz, que tu Espíritu Santo me inspire a actuar con rectitud y amor, reflejando tu presencia en cada acción y que no haya duda ni temor que me aparte de tu voluntad, y que tu fortaleza me acompañe siempre.

Amado Señor, en los momentos de fatiga y agotamiento, recuérdame que tu poder se perfecciona en mi debilidad. Llena mi ser con tu fuerza divina para que pueda superar cada desafío con valentía y confianza y permíteme ser un reflejo de tu paz y de tu amor, especialmente cuando me sienta débil y desanimado.

Bendito Creador, mientras interactúo con las personas que pones en mi camino, ayúdame a irradiar tu amor y tu misericordia. Que mis palabras y acciones sean siempre un testimonio de tu bondad, y que, en cada encuentro, pueda ofrecer consuelo y alegría. Dame fortaleza por favor, Señor mío, para ser paciente y compasivo con los demás, siguiendo siempre el ejemplo de tu Hijo amado.

Salvador mío, en este día, te pido que me protejas de todo mal y peligro, que tu amor sea mi escudo y tu verdad mi refugio, y cuando las sombras de la duda o del miedo intenten acercarse, haz que tu luz brille con más fuerza en mi corazón. Que tu presencia me dé la paz y la seguridad necesarias para enfrentar cualquier adversidad que se presente en mi camino.

Dios mío, y al llegar la noche, permíteme descansar en tu amor y tu protección, yo te agradezco cada momento vivido bajo tu guía y te pido que renueves mis fuerzas para el día siguiente. Que mi vida entera sea un himno de alabanza a tu nombre, y que cada día me acerque más a ti, mi Dios y Salvador.

Amén +

REFLEXIÓN

Estimados hermanos, es importante que entendamos que la fortaleza en nuestra vida espiritual es un regalo que Dios nos ofrece para enfrentar los desafíos y las pruebas que encontramos diariamente. Jesús nos recuerda la importancia de confiar en su poder cuando nos dice: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” (Juan 14:1). Este llamado es una invitación a depositar nuestras preocupaciones y fatigas en él, confiando en su amor y su cuidado providencial.

Recordemos que cada día nos enfrentamos a decisiones que requieren discernimiento y sabiduría y en estos momentos, debemos recordar la promesa de Dios de guiarnos y fortalecernos. Así en el libro de Proverbios leemos: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia” (Proverbios 3:5). Esta promesa nos da la certeza de que Dios está siempre dispuesto a mostrarnos el camino correcto, iluminando nuestras mentes con su Espíritu Santo.

La fatiga y el agotamiento son parte de nuestra experiencia humana, pero incluso en nuestra debilidad, Dios nos sostiene y nos ofrece consuelo, por eso si reconocemos nuestra dependencia y necesidad de Dios, encontraremos la fuerza necesaria para superar cualquier obstáculo, sabiendo que su gracia es suficiente para animarnos y fortalecernos.

Hermanos, nuestras relaciones con los demás son una oportunidad diaria para manifestar el amor y la misericordia de Dios. Jesús nos recordó: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39). Al vivir este mandamiento, reflejamos la bondad divina y nos convertimos en instrumentos de su paz, y esto nos llama a ser pacientes y compasivos, buscando no solo nuestro bienestar, sino el bienestar del prójimo por difícil que nos parezca.

En tiempos de peligro o incertidumbre, la protección divina es nuestra mayor seguridad, el Salmo 46:1 nos consuela con estas palabras: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”, ya que confiar en la protección de Dios nos da la paz y la valentía para enfrentar cualquier adversidad, sabiendo que él está con nosotros en todos los momentos de nuestra vida.

También recordemos que al final de cada día, es fundamental descansar en el amor y la protección de Dios, agradeciendo cada momento vivido bajo su guía. El Salmo 4:8 nos ofrece una oración de confianza: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado”. Este versículo nos recuerda que, al depositar nuestras vidas en las manos de Dios, encontramos un descanso verdadero y renovador, que efectivamente cambia nuestra vida para bien.

De esa manera, vivir en la fortaleza de Dios nos permite enfrentar cada día con esperanza y confianza, sabiendo que él está con nosotros, guiándonos y sosteniéndonos en todo momento. Al abrir nuestros corazones a su presencia, permitimos que su amor transforme nuestras vidas y nos prepare para ser verdaderos testigos de su gracia en el mundo y para que tengamos una vida productiva, tranquila y feliz.

Que Dios los bendiga y que el Señor los fortalezca en este día.  

Hermanos para terminar nuestra oración de hoy, hagamos un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.