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En el nombre del Padre y del hijo y del espíritu Santo, amén.

Amado Jesús, en esta mañana me acerco a ti con un corazón lleno de adoración y veneración. Señor, tú que eres la luz del mundo, ilumina mi vida con tu presencia divina y haz que cada día sea una oportunidad para acercarme más a ti. Por ello, te doy gracias por tu amor incondicional, por el sacrificio en la cruz que nos ha dado y la esperanza de la vida eterna, y por ser el refugio en quien puedo confiar plenamente.

Padre Celestial, en tu infinita bondad, has enviado a tu Hijo amado para redimirnos y mostrarnos el camino a la salvación. Por eso, bendito Jesús, yo te alabo y te venero con todo mi ser, reconociendo que solo tú eres digno de toda gloria y honor. Así mismo, te pido que me llenes con tu espíritu santo, para que mi vida sea un reflejo de tu amor y que cada acción mía sea un acto de devoción a tu santo nombre.

Dios mío, al contemplar tu grandeza y tu misericordia, mi alma se llena de gratitud y reverencia, yo te adoro por tu infinita sabiduría y por los milagros que obras cada día en mi vida, por ello, te pido que me concedas la gracia de vivir en santidad, que mi corazón se mantenga firme en tu palabra y que nunca me aparte de tus caminos.

Salvador mío, que tu amor transformador toque cada rincón de mi ser, que tu presencia sea mi guía constante y que mi fe en ti nunca desfallezca. Yo te venero con todo mi corazón, sabiendo que en ti encuentro la paz y la fortaleza para enfrentar cada día, por eso, te pido que mi vida sea un testimonio de tu grandeza y que mis palabras y acciones glorifiquen tu santo nombre.

Amado Jesús, en tu inmenso amor, nos has llamado a seguirte y a vivir conforme a tus enseñanzas, te adoro con toda mi alma, reconociendo que solo en ti encuentro la verdadera felicidad y el propósito de mi existencia. Así mismo, te pido que me ayudes a ser un fiel discípulo tuyo, que mi amor por ti crezca cada día y que pueda llevar tu luz a aquellos que más lo necesitan.

Amado Creador, en esta mañana, te ofrezco todo mi ser como un acto de adoración y entrega total, que mi vida sea una alabanza continua a tu santo nombre, y que cada pensamiento, palabra y obra sean una expresión de mi amor y devoción a ti. Te pido que me bendigas con tu presencia, que me guíes por el camino de la verdad y que me concedas la gracia de adorarte siempre con un corazón puro y sincero, para que estés a mi lado, por siempre.

Amén +

REFLEXIÓN

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, en esta mañana quiero que reflexionemos sobre la importancia de adorar y venerar a nuestro amado Jesús, ya que en nuestra vida diaria, es fundamental que reconozcamos la grandeza de nuestro Señor y Salvador, quien, con su amor infinito, nos guía y nos fortalece. Recordemos las palabras de Jesús en Juan 8:12: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”, por eso confiemos en que, al adorarle, su luz iluminará cada paso que demos.

Amigos, nuestro Padre Celestial, en su infinita bondad, nos ha dado a su Hijo como un don precioso para nuestra salvación, y con nuestra adoración, reconocemos la grandeza de este regalo y la inmensa misericordia que Dios nos muestra cada día. San Pablo también nos dice en Filipenses 2:10-11: “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. Por eso adoremos a Jesús con todo nuestro corazón, conscientes de que en Él se manifiesta la plenitud de la divinidad.

Y es que la adoración no es solo un acto de devoción personal, sino también una forma de vivir nuestras vidas en santidad y fidelidad a Dios. Al venerar a nuestro Señor, nos comprometemos a seguir sus enseñanzas y a vivir según sus mandamientos. En este camino de fe, es esencial que pidamos a Jesús que nos llene con su Espíritu Santo, que nos guíe y nos fortalezca en cada momento, ya que solo a través de su gracia podemos ser verdaderos discípulos y testigos de su amor en el mundo.

Hermanos, al reconocer la grandeza de Jesús, también debemos recordar su sacrificio en la cruz, un acto supremo de amor que nos ha redimido y nos ha dado la esperanza de la vida eterna. Al venerarle, honramos ese sacrificio y nos unimos a Él en su misión de amor y salvación. San Juan también nos recuerda en 1 Juan 4:10: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados”.

Por otro lado, la adoración también nos llama a ser portadores de la luz de Cristo en el mundo. En un planeta lleno de oscuridad y sufrimiento, nuestra devoción a Jesús debe manifestarse en actos concretos de amor y compasión hacia los demás. Al venerar a nuestro Salvador, nos debemos comprometer a ser sus manos y sus pies, llevando su amor y su misericordia a aquellos que más lo necesitan.

Finalmente, hermanos y hermanas, recordemos que la adoración a Jesús es una fuente inagotable de paz y alegría, al poner nuestra fe y confianza en Él, encontramos la fuerza y la serenidad para enfrentar las pruebas de la vida. Así, que cada mañana sea una oportunidad para renovar nuestro compromiso de adoración y veneración, y que nuestras vidas reflejen la luz y el amor de Cristo.

Que Dios los bendiga y los guíe siempre en este camino de fe, y que tengan un excelente día.

Hermanos para terminar nuestra oración de hoy, hagamos un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.